“Y se les abrieron los ojos”
Is 29, 17-24; Sal 26, 1-14; Mt 9, 27-31.
Me imagino la alegría de estos dos ciegos del evangelio de hoy. Pidieron a Jesús su misericordia y quedaron curados. Y no pudieron vencer el deseo de contarlo a los demás. Era su forma de dar las gracias.
Diciembre ha comenzado. Seguimos en el adviento de Jesús para llegar a la Navidad con los ojos abiertos. No pocos ambientes son antinavideños o navideño-fóbicos. Es una razón más para esmerarnos (si la necesitáramos) en preparar una buena Posada para el Hijo de Dios, que se hace uno de nosotros. En distintas instituciones de los países occidentales se persigue la celebración de la Navidad. Y se comienza cambiándole el nombre por Fiestas de Invierno (Winterfest). La profesora de la Universidad de Lankaster, Linda Woohead, dice refiriéndose a esta moda laicista: “Como sociedad… somos como adolescentes vergonzosos, que no saben cuál es su identidad…, no hemos madurado lo suficiente para tener confianza en lo bueno de nuestra herencia cristiana, así que hacemos tonterías como esa”.
Haga la prueba. Puede usted visitar las grandes tiendas cercanas a su casa, que también venden postales navideñas, y verá que Jesús y el Nacimiento han sido borrados de ellas. Papá Noel y sus miriñaques han secuestrado al Niño y no sabemos dónde lo han puesto.
Daños, Señor Jesús, que recobremos la vista cristiana y nos preparemos para acogerte de corazón en nuestra vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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