Apc 22, 1-7; Sal 94, 1-7; Lc 21, 34-36.
Me advierte Gabriel Zaid que en el primer siglo de la imprenta se publicaron unos 35 mil libros, pero sólo en la última mitad del siglo pasado, aparecieron 36 millones de libros. Aunque leyera un libro por jornada, mi enciclopédica ignorancia seguiría aumentando diariamente en inimaginables cantidades.
Me anima este dicho de Jesús: que sus palabras no pasarán. Se cumplirán todas. El tiempo no se pondrá marchito y amarillo sobre ellas, como sobre los legajos de las bibliotecas. Si en mi pequeña manera las voy viviendo, se hacen ya realidad, aún como germen, pero un germen que se alzará, al final, como el árbol frondoso de la vida. Dice el Apocalipsis (21, 1): “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar no existe más”.
Nunca nadie se atrevió a decir algo semejante a esto que nos dice Jesús. Porque nunca hubo nadie ni lo habrá como Jesús el Cristo. El “manso y humilde” Jesús. Él es la Palabra de sus palabras, y él nunca pasará. Ojalá que yo sepa escucharlo y, con su Espíritu, caminar animoso hacia el Padre en unión con mis hermanas y hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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