“…les harán comparecer ante reyes y gobernantes”
Apc 15, 1-4; Sal 97, 1-9; Lc 21, 12-19.
Fíjate en tu experiencia. El amor –cuando merece su nombre– produce el mayor de los cambios: El del punto de vista. De fijarte y poner toda la atención en ti, hace que pongas tu atención mayor en quien amas. Así sucede también en el caso de los cristianos perseguidos. En lugar de poner la atención en los perseguidores, ponen su atención en Aquél por quien son perseguidos. Por eso se explica con toda razón el texto de los Hechos (5, 41) donde dice que los apóstoles “salieron del Sanedrín –donde los habían golpeado– muy gozosos por haber sido considerados dignos de sufrir por el nombre de Jesús”.
No son gente que busque ser perseguida, y cuando lo son, Jesús dice que huyan de ciudad de ciudad (Mt 10, 23) y que el Espíritu les dará fortaleza para contestar en los tribunales. (En caso de que haya algún simulacro de tribunal, que, de ordinario, son asesinados sin un mínimo juicio). De cualquier forma, lo que Jesús deja claro en el evangelio de hoy es que la persecución forma parte del seguimiento. Sus rostros son muy variados –desde las formas untuosas y disimuladas, pasando por las intermedias hasta las directamente violentas y sanguinarias–. Acaso las más dañinas son las que se presentan con proclamas pseudohumistas. O sea, con piel de oveja y con lobo centro.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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