Apc 10, 8-11; Sal 118, 14…131; Lc 19, 45-48.
Jesús acude al Templo, no le gusta lo que ve y actúa como un ardoroso profeta. Un gesto y una doble cita de la Escritura van a constituir su catequesis. El gesto, enojado, es para expulsar a los vendedores y negociantes y sus mercancías. (Si alguien había confundido a Jesús con un chongo zamorano, ya puede comenzar a quitarle los azúcares sobreañadidos). La cita de la Escritura explica el sentido de este gesto. Isaías 56, 7 dice: “Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”, y es una clara referencia al universalismo. Por su parte, Jeremías 7, 11 dice: “¿Acaso este templo que lleva mi nombre es una cueva de ladrones?”, y está anunciando la destrucción de un templo convertido en refugio de gente que practica la injusticia en su vida diaria, pero luego acuden al templo creyéndose a salvo.
Jesús con su gesto y sus palabras anuncia la destrucción del particularismo y la apertura a todas las naciones, y realiza simbólicamente la expulsión de quienes han robado a los demás la universal fraternidad. La purificación económica apunta y significa la purificación total. Y el Templo será sustituido por la “adoración en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21), por aquel que es “mayor que el Templo” (Mt 12, 6).
Tú eres, Señor, nuestro templo, el verdadero lugar del encuentro con Dios. Si se cayeran todos los templos e iglesias, los cristianos seguiríamos teniendo nuestro verdadero templo: Jesucristo. En él creemos, en él adoramos, con él servimos, con él y en él esperamos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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