“Lo guardé en un pañuelo, tenía miedo…”.
Apoc 4, 1-11; Sal 150, 1-5; Lc 19, 11-28.
El evangelio nos pregunta hoy qué hacemos con los dones recibidos. ¿Reconocerlos, agradecerlos, vivirlos y compartirlos? ¿Así lo hacemos?
Cualquier vida, cualquier situación es buen campo para fructificar. Siendo mendigos o siendo reyes. Hoy celebramos a sana Margarita de Escocia. ¿Podemos echar una mirada hacia su antigua historia?
Puedes situarte en el mapa de Escocia y en el siglo XI. A causa de las guerras, le tocó huir de Inglaterra para refugiarse en Escocia. Allí, el rey Malcon III se enamoró de ella, y ella no le dijo que no. Tuvieron ocho hijos. Les dedicó su tiempo y su fe.
Soportó y amansó el carácter violento y bravucón de su esposo. E influyó para humanizar las leyes. Y, (¿de dónde sacaba el tiempo?) fue el paño de lágrimas de los pobres. Antes que ella, de su mano desayunaba un grupo de huérfanos y, como una reina, lavaba personalmente las heridas de los enfermos. ¿No dice Jesús que el más importante es el que sirve? Era un peligro dejarla salir sola de la corte, regresaba con escasas vestiduras y sin perlas. Todo le parecía poco para los necesitados.
El servicio personal está bien, pero no amamos bastante a los pobres si no logramos que también los otros los amen. Y Margarita se inventó una asociación de señoras con el fin de ayudarlos. Recibió muchos dones, pero ninguno lo guardó en un pañuelo, como el mal siervo del evangelio de hoy. ¿Y nosotros?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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