Jesús es ejemplo sublime del que alcanza la salvación con su perseverancia en la promoción del Reino.
Dice Jesús: «Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Pero no solo dice, sino que hace lo que dice. Su vida y sus obras manifiestan su promoción con perseverancia de lo que importa sobre todo y desea Dios.
En primer lugar, en su bautismo insiste en que se haga completamente la volundad del Padre. Y haciendo así lo que quiere Dios, se introduce Jesús en el grupo de los pobres.
En segundo lugar, se resiste Jesús al diablo. Éste no quiere nada más que impedirle a llevar a pleno cabo su misión. Pero Jesús rechaza la idea tentadora de un mesías mago. También rehúsa ser un mesías presuntuoso que, tentando a Dios, se presume de la protección divina incluso en sus chiquilladas.
En tercer lugar, rotundamente afirma Jesús que adora solo a Dios y solo en él confía totalmente. No pone su confianza en el poder ni en el dinero. Demasiado caducos, el poder y el dinero, entonces, no son de fiar. Y ganados con injusticia y codicia, llevan dentro de sí mismos la semilla de destrucción.
El mismo Dios, al cual da culto Jesús, le ha confiado la misión de evangelización.
La misión del Ungido de Dios es anunciar la Buena Noticia. Y siendo los pobres las personas a quienes se dirige Jesús, mayor razón tiene para renunciar el poder y la riqueza. Se toma por Mesías humilde, por Siervo Sufriente del Señor.
Sí, se cuenta Jesús entre los pobres. Los proclama dichosos, porque de ellos es el reino de Dios. Además, a esta gente de sencillez y perseverancia revela Dios los misterios de su reino.
Y más pobre e inseguro que las zorras y los pájaros, recorre Jesús pueblos y aldeas para cumplir con su misión. Enseña, anuncia la Buena Nueva del Reino y sana toda clase de enfermedades y dolencias. Con perseverancia pasa haciendo el bien y denunciando la indiferencia y la codicia.
En cuarto lugar, hasta el fin sobresale la perseverancia de Jesús en los duros trabajos del Evangelio. No se rinde al Engañador que se presenta en la persona de los burladores. Desatiende a los que le dicen: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Consuma más bien su sacrificio, clamando: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
Así pues, Jesús no tiene pánico en medio de pruebas y tribulaciones. En la oscuridad, le ilumina el sol de justicia y sanación. Así da testimonio él
Señor, danos la gracia de perseverancia hasta la muerte (SV.ES IX:332).
13 Noviembre 2016
33º Domingo de T.O. (C)
Mal 3, 19-20a; 2 Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19
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