“¡Ay de los que provocan escándalos!”
Tit 1, 1-9; Sal 23, 1-6; Lc 17, 1-6.
El queso gruyer tiene muchos agujeros y cavidades. Pero los agujeros no son queso. Los pecados de los cristianos –los tuyos y los míos– no son Iglesia, no son queso. Pero nos ayudan a ser humildes, a comprender a los demás, a ser misericordiosos, a que nadie entre en la Iglesia por razones de prestigio mundano. Y, sobre todo, a descubrir que Dios es misericordia.
Líbrame, Señor, de la lentitud de los lagartos, de la cobardía de los conejos, y del beriberi y la sinusitis, pero líbrame –sobre todo– de ser escándalo para los pequeños y los débiles. Líbrame, Señor, de la ceguera de los topos y de la insidia de las víboras, de los hongos en los pies y de la meningitis, pero –sobre todo–, líbrame, Señor, de ser mal ejemplo para los que de mí necesitan ayuda. Líbrame, Señor, del contagio del zica de los mosquitos Aedes y de los que la aprovechan para promover el aborto, pero –sobre todo– líbrame, Señor, de ser tropiezo para la fe de los sencillos.
Ayúdame a acoger con gratitud la reprensión que me hagan mis hermanos y, sobre todo, ayúdame a perdonar a quienes me ofendan y a los que mi imaginación se inventa. Y, también yo te digo, como los apóstoles en este evangelio:
¡Auméntame la fe!” No la quiero ni débil ni ignorante, ni miedosa ni “asimilada” al mundo.
¡Auméntame la fe!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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