“Los fariseos, amigos del dinero, se burlaban de él”
Flp 4, 10-19; Sal 111, 1-9; Lc 16, 9-15.
Puedes intentarlo, pero es inútil. No puedes mirar, al mismo tiempo al norte y al sur. No puedes. No conseguirás mirar simultáneamente a Jesucristo y mirar al “dios” dinero. Si miras a éste, más pronto que tarde en el lugar de ojos tendrás dos monedas. Y desde ellas, no verás prójimos, verás siervos. O carne comprable. O clientes cautivos. O sumisos y pagados aplaudidores. No hay lugar para hacer magias.
El Señor Jesús no nos dice que no debamos ganarnos honradamente la vida. Y nos advierte que “con el injusto dinero” nos hagamos de esos amigos –los pobres– que podrán abrirnos las moradas eternas. Compartiendo, creando fuentes de trabajo, borrando nuestro nombre de la lista de los explotadores o de quienes los apoyan con su silencio cómplice. Y administrando con fidelidad a fin de no arruinar a los tuyos o no convertirnos en carga para los demás.
Un día, un rico y poderoso italiano fue a ver a Don Bosco. Estaba inquieto. Don Busco había puesto en su mesa un papel con la inscripción: “Dios te ama”. Encima colocó unos billetes de dinero. El rico visitante le dijo que quería encontrar a Dios, pero no podía. Don Bosco le señaló hacia la mesa. ¿Qué ve usted ahí?, le preguntó. –Dinero, le respondió. Don Bosco quitó el dinero. ¿Qué ve usted ahora?… Entonces el visitante le dijo: ¡Gracias, ya he entendido!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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