Flp 3, 17–4, 1; Sal 121, 1-5; Lc 16, 1-8.
«Su Dios es su vientre y se glorían de cosas que debían avergonzarse”. Así lo dice hoy la primera lectura. Pero, además se mueven, son astutos, crean movimientos, ONGs, alianzas políticas y un crecido nicho en los presupuestos. Y poco a poco y mucho a mucho van imponiendo un nuevo lenguaje y una nueva conciencia, y leyes y más leyes, olvidadas de los pobres, pero atentas a su ideología. Como el corrupto administrador del que habla Jesús en el evangelio, saben prevenirse.
No se puede estornudar y tener, al mismo tiempo, los ojos abiertos y las manos activas. Mientras ellos actúan así, no pocos de los oficialmente seguidores se dedican a estornudar lamentaciones. O a mirar para otro lado. O a seguir en un pietismo individual y aterido. O a hacer tontas alianzas bajo la mesa, mientras los demás siguen consiguiendo paganizar más al mundo. No sé, el día del juicio, quienes serán reconocidos como los más culpables.
Los asaltantes dejaron al viajero robado, apaleado y casi muerto. Pero los neutrales –el sacerdote y el levita de la otra parábola– dieron un rodeo y pasaron de largo. Si este hombre termina desangrándose, ¿no son éstos tan culpables como los asaltantes?
Evangelizar, evangelizar, perder el sueño mientras tu comunidad no esté evangelizada. No hay mayor bien para los“centrados en su vientre”, ni mayor resistencia frente a sus engrasadas campañas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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