“Me figuro, señor, que la vuelta a su casa de esa joven habrá enfriado mucho a las pretendientes que deseaban venir con nosotras. Hace falta mucho corazón y gran firmeza para perseverar, no teniendo más que la obediencia para sostenernos y estando con frecuencia expuestas al peligro del desaliento en muchas ocasiones. Es una pena tener que probar a tantos espíritus tan diversos y perder tanto tiempo y tantos años empleados en servirlas para formarlas y que luego la flaqueza nos las lleve; con tal de que Dios sea glorificado, no nos importa”.
Luisa de Marillac, de una carta enviada al Abad de Vaux (c. 293)
Reflexión:
- La gente sabía que estas jóvenes pertenecían a una asociación caritativa, y a las mismas jóvenes la Compañía les parecía una cofradía de seglares en bien a los pobres, y sin más se apuntaban, y, cuando se cansaban, se iban. Lo dice sor Maturina Guérin: “Yo le oí decir [a Santa Luisa] que, al principio, cuando comenzaron las jóvenes, éstas venían en gran cantidad, pero perseveraban muy pocas, y que ella sufría mucho al ver tanta diversidad de caras” (D 946). Al principio era muy poco lo que exigían a las chicas para unirse a la cofradía: que fueran sanas y fuertes, para poder servir a los pobres enfermos. Es decir, tener una vocación para eso.
- Bérulle afirma que todas las personas nacen con una vocación concreta que realiza en la historia siguiendo a la Providencia divina. Son muchos los que la buscan en alguna época de su vida y la descubren a través de los años.
- Para santa Luisa, Dios acepta ese camino, y le da una gracia especial para que la cumpla: es el carisma de su vocación indeleble. Las mediaciones, las exigencias humanas y sociales son las señales de una vocación, y entran a ser constitutivas de la vocación. En aquel siglo eran las circunstancias económicas y sociales o el orden de nacimiento lo que imponía el estado de vida a escoger: casada o religiosa, ya que la soltería era mal vista y peligrosa para una mujer.
- Si la vocación está constituida por una serie de cualidades personales y circunstancias familiares y sociales, quiere decir que cada persona tiene su vocación que le obliga, primero, a conocerla y, luego, a cumplirla en todo momento a lo largo de su vida; no puede decir, ahora sí y ahora no, ahora me pongo esta camisa y luego la otra. Sería un suicidio, ir matándose lentamente. Así se construye el Reino de Dios, nos enseñan san Vicente de Paúl, santa Luisa de Marillac y el beato Federico Ozanam y compañeros.
- Mirando el aspecto de la política y de las familias, parece que la vocación de los individuos es ganar dinero, poder y prestigio. Es el objetivo de las familias, cuando imponen a sus hijos la carrera que tienen que estudiar, y el de las personas, cuando enfocan su vida y sus tareas. El evangelio, el Reino de Dios y la vocación personal no cuentan.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Conoces cuál es tu vocación? ¿Haces algo por conocerla de verdad? ¿La cambiarías por otra que produjera mayores bienes materiales?
- ¿Qué objetivos has pretendido al vivir tu vocación? ¿Poder, prestigio y dinero? ¿Vivir mejor el evangelio? ¿Implantar y hacer crecer el Reino de Dios, justicia, amor y paz?
Benito Martínez, C.M.
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