“Señor ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”
Ef 5, 21-33; Sal 127; Lc 13, 22-30.
Y a esta pregunta Jesús contesta: “esfuércense por entrar por la puerta estrecha”. Y no una, sino muchas veces entraremos y saldremos por tantas puertas. En la vida hay muchas puertas que se nos abren, pero no todas llevan a la salvación. La única puerta segura se llama Jesucristo.
Y esta puerta no está blindada, ni tiene combinaciones de seguridad o duros cerrojos, pero se vuelve difícil de penetrar cuando queremos pasar junto con nuestros egoísmos, amarguras, indiferencias. La puerta de Jesús es estrecha, pero abierta, dispuesta a acoger en su interior a quienes pasan por el despojo de un corazón que se hace humilde, sencillo, compartido, amoroso.
Jesús, así como tú eres mi Puerta de salvación, ayúdame a ser puerta para los demás, especialmente para aquellos que más necesitan de tu mensaje de salvación, para aquellos a quienes se les ha negado la entrada a tu Reino. Para aquellos que sufren porque las puertas de la compasión se les han cerrado.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Alicia Gamboa, H.C.
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