“¡Atención!, guárdense de cualquier codicia, que, por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes”
Ef 2, 1-10; Sal 99; Lc 12, 13-21.
Que difícil nos resulta a todos mantener una relación sana y equilibrada con el dinero, aunque no tengamos mucho. Y es que es fácil confundirnos, el dinero trae muchos bienes: alimentos, educación, un servicio médico de calidad, viajes, casa, etc. Sin embargo, el dinero es también raíz de muchos males: guerra, poder, hambre, injusticia, inequidad, corrupción, abandono de quienes necesitan nuestra ayuda, etc.
Pero, ¿qué nos dice Jesús?, sencillamente que no le demos el corazón, que no vendamos nuestra conciencia ni nuestra dignidad por unos cuantos pesos, que no nos confundamos creyendo que dinero es sinónimo de felicidad.
Sharon Heidland es hoy una religiosa feliz, y nos comparte su cambio que le llevó a decir sí a su vocación religiosa: “Yo pensaba que la felicidad estaba en la riqueza, el prestigio, el glamour y el poder… Después de probar todo lo que el mundo dice que hay que experimentar para ser feliz y encontrar mi corazón completamente vacío, comencé a anhelar algo más…
Cuando fui realmente honesta conmigo mismo, tuve que admitir que estaba destrozada dentro”. Me di cuenta de que cuando muriera, Dios me preguntará: “¿Qué hiciste con tu vida?”
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Alicia Gamboa, H.C.
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