“¡Pobres de ustedes, maestros de la Ley, que se adueñaron de la llave del saber!”
Ef 1, 1-10; Sal 97; Lc 11, 47-54.
Un duro reproche de Jesús para los maestros de la ley, pero, si he de ser sincera, también me incluyo entre los acusados.
Porque, pensándolo bien, a cuantas personas que han pasado por mi vida les pude hablar de Jesucristo y no lo hice. ¿A cuántos de los que me ven vivir a diario les entusiasma mi vida cristiana?
¿De cuántos me he preocupado abrirles las puertas de la Iglesia de Jesucristo para que puedan encontrarse con los Sacramentos?
En realidad Señor, a muy pocos. Y eso me llena de tristeza porque, conociéndote y reconociéndote como “Camino, Verdad y Vida” no soy capaz de abrir las puertas a los demás para que entren en el Reino de tu Padre y lleguen a conocerte, amarte y servirte.
Te pido perdón Señor y te pido para mí y para todos los que creemos en ti, nos concedas esa misma pasión con la que tú abriste las puertas por las que los hombres llegaran a conocer el amor, los misterios de tu Reino.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Alicia Gamboa, H.C.
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