Gál 5,1-6; Sal 118; Lc 11, 37-41.
“Ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, cuando por dentro están llenos de robos y malicias”.
Para quien vive en el mundo de las apariencias lo exterior se vuelve lo primero y acaba esclavo de su propia vanidad. Para Jesús, la libertad comienza desde dentro, en el experimentarse personas dignas, amadas, perdonadas. Mario Herrera, modelo y actor, hijo de migrantes colombianos en E.U. cuenta que “hasta los doce años la fe era para mí algo real”. Pero después se olvidó de Dios y, en el año 2000, a punto de firmar un contrato para actuar en una telenovela, se fractura una mano y la agencia le da la espalda. “Me trataron horrible, como si fuera un objeto para generar dinero.
«¡Cómo te has atrevido a romperte la mano!». Me hizo pensar mucho y me di cuenta que a nadie le importaba mi bien, salvo que les hiciera ganar dinero o que quisieran algo de mí, un favor, sexo…”. Comienza entonces su conversión al escuchar el evangelio del Hijo Prodigo: “Me sentí aceptado tal como era y llamado a algo grande: servir a Dios. Dios me quería con infinito amor. ¡Se abría una nueva esperanza!”
Danos, Señor, no utilizar a nadie como un objeto y ayudar a los otros.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Alicia Gamboa, H.C.
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