Gál 3, 21-29; Sal 104; Lc 11, 27-28.
“Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”
Si yo tuviese que reconocer como esta mujer del evangelio los pechos que me amamantaron mi fe, estarían obviamente en primer lugar los de mi madre, con su fe sencilla y abnegada incapaz de contradecir los designios de Dios, en segundo lugar diría que mi abuela paterna, mi gran catequista de la infancia, y en tercer lugar a mi abuela materna, que con su urna en mano se aseguraba de llevar a María a los hogares.
Sí, estoy de acuerdo con esta mujer en echarle porras a María. Ella más que nadie sabe de amamantar la vida de sus hijos e hijas. ¡Gracias María!
Y gracias por tener tantas cómplices, nuestras madres, abuelas, tías, hermanas, que velan por nuestra vida de fe.
María, vela siempre por la fe de los pequeños, que en sus hogares aprendan a escuchar la Palabra del Señor y a ponerla en práctica.
Bendice y acompaña a cuantas mujeres luchan para que sus hijos crezcan llenos de fe y esperanza.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Alicia Gamboa, H.C.
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