(Propia: Is 52, 7-10; Sal 95, 1-3.7; 1 Cor 26-2,2; Mt 5, 1-12.)
“Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos”. Y dichosos los que aman a los pobres y les ayudan a encontrar el Reino, y la dignidad y el pan de cada día, porque “Dios ama a quienes aman a los pobres”.
En el siglo XVII hubo un hombre, llamado Vicente de Paúl, que creyó en las bienaventuranzas y quiso realizarlas parabien de los más necesitados. Como nadienacesanto, también él después de un viaje alrededor de sí mismo, buscó y se dejó encontrar por su Señor Jesucristo. Y lo encontró, en especial, en la capilla de las heridas de los pobres. Falleció el 27 de septiembre de 1660. Llevaba tiempo enfermo, pero hasta dos días antes de irse dictaba cartas ocupándose de los pobres. Había cambiado el rostro de la Iglesia de
Francia porque había cambiado la suerte de los últimos. Les dio pan, porque tenían hambre, y les dio el evangelio porque tenían alma. Y supo y expresó que “ayudándolos practicamos la justicia, no la misericordia”…
Niños abandonados, galeotes, dementes, gente devastadapor la guerra, pordioseros, misiones, Caridades, Congregaciones… Y nada lo hizo solo, supo incendiar millares y millares de corazones de todas las clases en esa tarea divina de amar y servir a los expoliados por el camino. Pues no me basta amar a los pobres, si no llevo a otros a que también los amen y los sirvan. Y con ese amor que “es infinitamente inventivo”.
San Vicentede Paúl, ruega por nosotros e incéndianos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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