“No necesitan de médico los sanos, sino los enfermos”
Ef 4, 1-7. 11-13; Sal 18, 2-5; Mt 9, 9-13.
Cualquier sitio es bueno para escuchar que Jesús te dice: “¡Sígueme!”. Mateo la escuchó cuando “estaba sentado en el mostrador de los impuestos”. Él era publicano, y estaba en su oficio de mala fama.
Son buenos los retiros y ejercicios espirituales, y muchas personas hallaron a Cristo en ellos. Pero Jesús es libre (y no enjaulable) y te puede llamar si estás sentado en tu angustia o si cobras impuestos por ir mostrando tus heridas o si andas enredado en negaciones, rencores o vicios. Ninguna invierno está libre de convertirse una puerta que se abra hacia la primavera. “No necesitan de médico los sanos, sino los enfermos”. Y, Señor Jesús, tú sabes que yoestoy enfermoy te necesitoati y tengo “derecho” a ti, pues dijiste: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. No tengo méritos, sólo necesidades, una gran necesidad de estar contigo. Y, como el Mateo de este evangelio, haré una fiesta para darte las gracias.
Hoy quiero comprometerme a leer el evangelio de Mateo, el que viene primero. El que nos presenta a Jesús como el Mesías anunciado por los profetas, y a la comunidad cristiana como la continuadora y superadora del pueblo de Israel. Las últimas palabras de Jesús, en el evangelio según san Mateo nos confortan: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta la consumación del mundo”.
¡No estamos solos! Y, con él, lo mejor es posible.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
0 comentarios