1 Cor 15, 12-20; Sal 16, 1-15; Lc 8, 1-3.
“Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres…”.
Nada lo dejó como estaba. Ni la imagen de Dios, ni la Ley, ni el sábado, ni el Templo, ni la relación con los pobres y pecadores, ni el concepto de autoridad, menos aún permitió la discriminación contra las mujeres. Todo lo cambió. Y era un simple carpintero.
No tenía de su parte ni grupos de presión, ni algún partido político, ni millones de la ONU, ni perspicaces ideólogos, ni sumisos ejércitos, ni medios de comunicación haciéndole propaganda, y curó a muchos, pero nunca mató a nadie, a nadie.
Y ahí tienes a un grupo de mujeres, lideradas por María Magdalena, siguiéndolo “por ciudades y aldeas” lo mismo que los Doce. Nada de esto lo permitía el suelo cultural en donde andaba. Nunca antes había sucedido. Y era un simple carpintero. Amaba la belleza los lirios del campo y“no tenía dónde reclinar su cabeza”.
Las trató igual que a los demás, porque supo que son iguales. Dialogó con ellas en privado y en público, les prestó atención e importancia y las llamó al seguimiento “por ciudades y aldeas”; y ni las canonizó por el hecho de ser mujeres ni les pidió que se hicieran como los varones. A una de ellas le reveló que él era Mesías, “Yo soy, el que habla contigo” (Jn 4, 26), a otra le reveló: “Yo soy la Resurrección” (Jn 11, 25) y otra fue escogida por él para ser la primera persona a quien se aparecía vivo después de su muerte en la cruz (Mc 16, 9).
¿Quién es este sencillo carpintero que así lo cambió todo? ¿Qué significa ser sus seguidoras seguidores?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
0 comentarios