1 Cor 4, 6-15; Sal 144, 17-21; Lc 6, 1-5.
“El Hijo del Hombre es señor del sábado”
Don Quijote aconsejaba así a su amigo Sancho para que supiera gobernar bien su ínsula. “Primeramente, oh hijo, has de temer a Dios, porque en temerle está la sabiduría. Lo segundo, has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse. De conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey… Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores… y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio, que la virtud vale por sí sola”. “Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, por entre los sollozos e importunidades del pobre… No cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia… Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros. Al que has de castigar con obras, no lo trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio… Aunque los tributos de Dios son todos iguales, más resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia…”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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