“… mientras el novio está con ellos”.
1 Cor 4, 1-5; Sal 36, 3-40; Lc 5, 33-39.
El que es “la imagen visible del Dios invisible”, es –nos dice el evangelio de hoy– “el novio que está con sus amigos”. Nos ama, nos acompaña.
¿Cómo no desechar la tentación del pesimismo, la tentación de la desesperanza, el legalismo que enjaula el alma o el mero cumplimiento que la abotarga? No me lleves todos los días al museo de tus heridas o de tus quejosas murmuraciones, ¿no puedes ya pasar la página? Fuimos bautizados, tenemos una túnica nueva, hilada con la sangre de Jesús crucificado. Seguirlo, no sólo merece la pena, ¡merece la vida!
Así lo hicieron tres amigos de Jesucristo, cuya fiesta celebramos hoy, y que dieron su vida por él. L. José Francois, J. Enrique Gruyer y P. Renato Rogue. Tres misioneros vicentinos. La tolerante Revolución francesa acabó con su libertad y su vida temporal. Como anotaría Ozanam en una de sus cartas:“¡Su pretendida tolerancia consiste en destruir la cruz y en fusilar a los fieles arrodillados a los pies de su Dios…!”. Los días antes, en su prisión, escribió Renato Rogue: “Mi miseria ha terminado. Estoy rozando mi felicidad… no lloren mi muerte, vuelvan su ternura hacia mis perseguidores…”.
Vino nuevo, vestido nuevo, fiesta de bodas, el novio está con nosotros, el cristianismo acaba hoy de empezar, “no nos dejemos robar la esperanza”… “No juzguen antes de tiempo”, nos recuerda hoy san Pablo. Éste que ayer atacaba el evangelio, es hoy, redivivo, un bravo y gozoso evangelizador. Quiero vivir alegre mi fe, agradecerla y compartirla, y Dios hará su obra.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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