Ez 28, 1-10; Dt 32, 26-28.30.35-36; Mt 19, 23-30.
¿Quién se podrá salvar?
“Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido: ¿qué recibiremos, pues?”. Cuando leo este evangelio y me topo con esta pregunta tan aniñada, me indigna que haya alguien capaz de preguntarle eso al Hijo de Dios. Pero la pregunta es también un espejo para ver cómo es nuestro amor.
Intento ponerme en el lugar de Jesús y me imagino si un amigo que ha hecho mucho por mí, que me ha comprendido, escuchado, chiqueado, que ha permanecido junto a mí, se volteara hacia mí y me preguntara lo mismo, creo que mi reacción sería parecida, porque cuando realmente apreciamos a alguien no nos pesa ofrecerle lo mejor de nosotros y caminar no un paso, sino más junto a esa persona, si fuera necesario.
Servir para recibir algo a cambio es como no entender el sentido profundo de la gratuidad. Es amor comercial. Es dejar de movemos en libertad y hacer las cosas por conveniencia, que lo único que cultiva en nosotros es el interés y el amor propio, es decir, deja al descubierto las intenciones bajas del corazón ¿Quién se podrá salvar?
Él nos ofrece la salvación y, acogerla ya, significa comenzar a dar sin pasar recibo, sin echarlo en cara, sin buscar otros intereses. Y, sin embargo, Jesús nos comprende tal como somos, y sabiéndolo, nos dice: Quien deja por mí lo que tiene “recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Yolanda Elvira Guzmán, H.C.
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