¡Todos podemos entrar… si…!
Ez 18, 1-10.13b. 30-32; Sal 51, 12-19; Mt 19, 13-15.
Bueno, ¡éste es el colmo de los colmos! Ahora resulta que la llave mágica para entrar al Reino de Dios, es, dice Jesús: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos». En pocas palabras, ser estrictamente observantes de la ley, lavarse las manos hasta los codos, gritar por las calles:“Soy impuro”, dar mi corbán al templo, es algo pasado de moda.
Para los fariseos y escribas que llevaban estos disfraces era común pensar que sus prácticas y cumplimientos eran parte de su ser. Jesús ve claro la inclinación de nuestro corazón, conoce a profundidad nuestras debilidades.
Hoy no estamos lejos de parecernos en mucho a las prácticas religiosas del tiempo de Jesús. Muy sabiamente Él nos da la clave más tierna y amorosa para permanecer con él. No pretendamos ser lo que no somos, no pretendamos honrarle de forma superficial, no pretendamos hacer cosas malas que parezcan buenas o viceversa. Acerquémonos a él con la humildad de un corazón genuino.
¿Estás dispuesto a acercarte como un niño de corazón transparente y puro a Jesús? ¿Qué necesitas para hacerlo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Yolanda Elvira Guzmán, H.C.
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