2 Cor 9,6-10; Sal 112,1-2.5-9; Jn 12, 24-26.
El que quiera servirme que me siga.
¿Cuál es la mejor manera de amar tu vida? Algunos creen que se logra viviéndola y cuidándola exclusivamente para sí mismos. Y terminan haciéndose tan egoístas que nadie quiere vivir con ellos. El que sólo se quiere a sí mismo termina en la oscura covacha de la soledad.
Jesús nos invita parecernos a él. Él es el grano sembrado y muerto en la historia por nosotros, y lleno de frutos de salvación.
Toda su vida la gasta pensando en nuestro bien. Por eso, y de manera parecida, “el que quiera salvar la vida para sí, la perderá. El que la pierda por mí, la salvará”. Ésa es la grandeza del grano sembrado, y Jesús nos motiva a ser tan pequeños como una semilla capaz en su pequeñez de dar vida. Su palabra nutre nuestras raíces y tallos si dejamos que su agua vivificante inunde nuestra vida.
La parábola muestra dos cosas importantes: la primera es producir mucho fruto y la segunda es encontrar vida eterna, sin olvidar que para dar fruto hay que pasar por el proceso de morir a nosotros mismos en el diario seguimiento de Jesús.
Señor Jesús, queremos parecernos a ti, queremos estar contigo, tú conoces nuestros miedos y cobardías para entregarnos, danos tu fortalece, pues sin ti nada podemos hacer.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Yolanda Elvira Guzmán, H.C.
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