Ez 2,8-3.4; Sal 119,14.24… ; Mt 18,1-5.10-14.
¿Igual que los niños?
Uno pensaría que los grandes modelos provienen de los expertos o los poderosos. Pero “Jesús llama a un niño, lo pone en medio de los discípulos, y dice: Les aseguro que si no cambian y se vuelven como niños no entrarán en el Reino de los cielos”.
¿Qué tienen, pues, los niños para que Jesús nos los proponga como modelos? Tienen su pequeñez, su desvalimiento, su pobreza y su confianza. Duermen seguros porque confían en que sus padres nos los van a abandonar. ¿Confiamos así en nuestro Padre de los cielos? No piden de comer aduciendo sus méritos, sino aduciendo su hambre y fiándose de la bondad de sus padres. ¿Así, con esta actitud y confianza, le pedimos a Dios en nuestras necesidades? Ellos no se hacen los importantes, no exigen, suplican, y saben que quienes los aman no los dejarán sin atención. ¿Así hacemos nosotros en nuestra relación con el amoroso Dios y Padre que Jesús nos revela?
Además, en un tiempo en que los niños no eran valorados, Jesús dice: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe!”, y para nuestro asombro, Jesús se identifica con ellos. Tenemos que hacernos como niños, ser humildes, sencillos, naturales, transparentes. Eso significa quitarnos las máscaras que nos hacen aparentar lo que no somos, o presumir de méritos, mientras nos perdemos lo esencial, lo que nos llena de vida de hijos que confían en Dios y están contentos de vivir con él.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Yolanda Elvira Guzmán, H.C.
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