Jer 14, 17-22; Sal 78, 8-13; Mt 13, 36-43.
“Acláranos la parábola de la cizaña”
«Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo?” Dicho de otra forma: ¿por qué existe el mal en el mundo? Si Dios es bueno, ¿por qué permite el mal, el sufrimiento, el dolor y tanta injusticia?. Jesús le había contado a la gente la parábola del sembrador, la del trigo y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura. Pero, ahora, que se ha retirado a casa con sus discípulos, éstos sólo le piden explicación sobre la referente a la cizaña.
Y Jesús se la explica. Él ha sembrado la buena semilla; la mala viene del enemigo. “El enemigo que la siembra es el diablo”. Y éste lo hace de noche, a escondidas y con habilidad. Al principio trigo y cizaña se parecen. Y el mal y el bien coexisten en la historia el uno junto al otro. “El campo –donde se siembran– es el mundo”. Y el mundo somos tú y yo, y es nuestra familia, y lo es la sociedad y la misma Iglesia. En todas partes mete sus narices el sembrador maligno. “La cosecha es el fin del tiempo”. Dios es “clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal” (Sal 85,15). Pero la injusticia no tendrá la última palabra: “Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo”. Éste mafioso señor prepotente salió libre y sonriente de los tribunales humanos. Pero su sonrisa durará poco. Quienes lo han padecido serán sus acusadores ante el Señor que sufrió el mismo dolor de los pobres. El tiempo pasa de prisa.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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