Gén 18, 20-23; Sal 137, 1-8; Col 2, 12-14; Lc 11, 1-13.
“Pidan y se les dará, llamen y se les abrirá…”
«¿Destruirías, por culpa de cinco, toda la ciudad?”, así le suplica Abrahán al Señor. “Quitó el comprobante de nuestra deuda y lo clavó en la cruz de Cristo”, nos dice la segunda lectura. Y Jesús, en el evangelio, nos enseña a orar con él el Padrenuestro y nos ofrece los mejores motivos para orar con confianza. ¿Acaso, si tu hijo te pide un pan, le darías una piedra?
Padre, danos tu pan que da la vida. Dánoslo hoy. Dánoslo siempre. El pan que limpia el alma y que alimenta el cuerpo. El pan que germina en la tierra. Pan que huele a cielo y a lluvia, a amapolas y a canciones y a pájaros. Pan para todos. Pan para todos los niños y las niñas del mundo que, muchos de ellos, se mueren cada día con sus dientecitos blancos… con sus barriguitas hinchadas y sus ojos grandes. Pan que destierre la muerte y el llanto inconsolable de tanto ser hambriento, de tanto ser humilde, de tanto ser pequeño. Pan para todos los marginados, para todos los abandonados, para todos los hambrientos de nuestra injusta tierra…
Pan para el cuerpo y pan para el alma. Tu pan, Señor, para conducirnos al cielo y no morirnos nunca. Y santificado sea tu nombre. Y ayúdanos a perdonar, como Tú lo hiciste. ¡Nos cuesta mucho, ayúdanos!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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