Jer 7, 1-11; Sal 83, 3-11; Mt 13, 24-30.
“Mientras dormían, el enemigo sembró la cizaña”
De día, el dueño sembró la buena semilla. De noche y a escondidas, el enemigo lo imitó sembrando la cizaña. Mientras esto sucedía, los trabajadores del dueño dormían despreocupados. Los dormidos servidores sólo se enteraron del engaño cuando ya la cizaña estaba crecida. Y, entonces, les entró la prisa. “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
La valentía de los delincuentes está hecha del miedo de los que duermen o miran para otro lado. Nos saquearon la casa y lo siguen haciendo. Pero los culpables no fueron solamente los violentos ladrones. El aburrido mundo occidental lo hizo primero. Se ha deshecho del Señor Jesús y está haciendo concordatos con el relativismo laicista. Y, además, lo ofrece –bajo chantajes económicos– como la moda imperante. Sin embargo, los mayores responsables, ¿no somos los miembros de la Iglesia por adormilados, distraídos, inconscientes o cómplices?
El dueño de la mies les dice a sus ahora apresurados sirvientes que “no arranquen la cizaña, porque, al hacerlo, sacarían también el trigo… dejen que crezcan juntos hasta la cosecha”. Pues, antes de nada, ¿quién es trigo y quién es cizaña? Sólo hay una manera de detener el desastre: convertirse de verdad en trigo cristiano y ayudar a que otros lo hagan. Y alegrarnos todos y dar gracias por la tierna e ilimitada misericordia de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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