Gén 18, 1-10; Sal 14, 2-5; Col 1, 24-28; Lc 10, 38-42.
“Una sola cosa es necesaria”
No sé dónde estaba ahora su hermano Lázaro, si andaba fuera de negocios o si era un Dawn ya adormilado. El caso es que a Jesús sólo lo reciben Marta y su hermana María. Y, ¡qué manera tan distinta de hacerlo! Si éstas me aceptaran, no sabría con cuál de ellas irme, si con Marta o con María. Si buscara ser servido, escogería a Marta; si quisiera ser amado, me inclinaría por María. ¿Pero cómo el servicio sin amor o el amor sin servicio?
El servicio sin amor tiene el corazón dislocado y reseco; y el amor sin servicio tiene las manos paralíticas. Estoy seguro que Marta amaba a su manera y que María, llegado el momento, sería una especial cuidadora.
Marta se afanaba para preparar todo; mientras, María, “sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra”. (¿Cómo perderse una ocasión y dicha semejante?). Pero Marta, entre impaciente y celotípica, se dolió quejosa: “Señor, no te importa que María me haya dejado sola en el servicio?”. ¿No ves cómo me afano y cuánto trabajo (o qué importante soy)? Y Jesús –“que amaba a Marta y a su hermana” (Jn 11, 5) le dijo lleno de cariño: “¡Marta, Marta, andas demasiado nerviosa con tantas cosas, sólo una es necesaria! María escogió la mejor parte, y no le será quitada”. No hay vida contemplativa y vida activa: sólo hay vida cristiana, que junta las dos “partes”, y hace de Marta y María una sola. Y no hay primero sin segundo, pero lo primero está antes.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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