“Ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados”
Am 7, 10-17 | Sal 18 | Mt 9, 1-8.
Han llevado delante de Jesús a un paralítico para que lo cure. Lo que Jesús hace primero es perdonarle los pecados. Luego, ante la indignación de los letrados que lo llaman blasfemo por atreverse a perdonar los pecados, lo hace levantarse, caminar y hasta cargar su propia camilla de paralítico postrado. Jesús actuó progresivamente, de lo menos a lo más.
Jesús sabe que la gran enfermedad del hombre, que lo paraliza y lo somete, que lo postra y esclaviza, es el pecado y el egoísmo. Jesús sabe que perdonando a este paralítico, liberándolo, sanando su alma herida, éste va a poder comenzar a recorrer el mundo, va a poder comenzar a volar libre. Lo menos es que después le dé fuerza a sus huesos y músculos para que pueda dar pasos e ir a su casa, a encontrarse con su familia y sus amigos, pero ya con un corazón nuevo.
Es triste padecer cualquier enfermedad en el cuerpo. Pero es más triste tener el corazón enfermo por el egoísmo y la soberbia, el rencor y la frivolidad.
Señor, sánanos las heridas del alma. Libéranos de toda esclavitud, sobre todo de la esclavitud a la que nos somete nuestro pecado.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, C.M.
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