“La multitud se asombraba de su enseñanza”
2Rem 24, 8-17 | Sal 78; Mt 7, 21-29.
La gente se emocionaba, sentían un ardor especial en el corazón ante las palabras de Jesús, “porque enseñaba con autoridad, no como los letrados”. ¿Cuál es la autoridad que respalda a Jesús? ¿El tono fuerte de su voz? ¿Las palabras rebuscadas y elegantes que usa? Sabemos que no, que Jesús hablaba con sencillez, utilizando ejemplos de la vida diaria de las personas. La autoridad estaba en las mismas enseñanzas. Contenían una verdad irrefutable, una solidez y armonía que les daban credibilidad. Jesús nunca mintió porque sus palabras traslucían el pensamiento y los proyectos de Dios para sus hijos.
Me imagino a la multitud conmovida por esas palabras que hacían renacer la esperanza y la confianza en su corazón.
¿Cómo escuchas el evangelio en la misa del domingo? ¿Con qué actitud te acercas a leer la Palabra de Dios en tu casa? ¿Llevas la Palabra a tu vida como el sediento el agua fresca y sabrosa a su boca? De ahí depende lo que sigue: el que escucha esas palabras y no las pone en práctica, es un hombre insensato que construye sobre arena, sin solidez y, por lo tanto, sin futuro, porque no va a resistir las tormentas de la vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, C.M.
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