«Dadme un hombre de oración y él será capaz de todo». Con esas palabras de San Vicente de Paúl a los misioneros refuerza el poder de la oración en sus vidas y en las nuestras como vicencianos. Para el que tiene fe todo cambia con la fuerza de la oración, ya que es la comunicación directa con Dios, nuestro Padre. Con ella logramos la misericordia divina. Sabiendo de su importancia: ¿cómo está su contacto con Dios actualmente? ¿Dedicamos el tiempo necesario para hablar con Él?.
Vivimos en una sociedad con prisas. Todo debe estar listo al instante. Nosotros tenemos muchos compromisos con el trabajo, estudios, casa, entre otros. ¡Queremos hacer tantas cosas! y nos falta tiempo. Con la agitación del día a día olvidamos sacar tiempo para el diálogo con Dios. Cuando lo hacemos, es muy breve y superficial. A veces repetimos oraciones, pero no analizamos lo que estamos diciendo, lo hacemos por hacer, sin darnos cuenta que hablamos con Dios.
Esas oraciones «frías» y «sin sentido» nos alejan de Dios y lo culpamos a Él de cosas que no nos salen como las planeamos. Nuestra oración será consciente para dar gracias a Dios por todo lo que Él realiza en nuestras vidas y pedirle perdón por nuestros pecados, a fin de encontrar la misericordia de Nuestro Padre, que no se cansa de perdonarnos por nuestras faltas. Con la oración es posible reconocernos pecadores.
¿Cómo hacer una buena oración? En primer lugar es necesario un tiempo para charlar con Dios (ya sea 10 minutos). Dios nos regaló 24 horas; elija el mejor tiempo para Él. En segundo lugar procure un sitio donde pueda conversar con nuestro Padre en el silencio. Busque concentración y no tenga miedo de hablar abiertamente con Dios. Él siempre quiere escucharnos.
André Peixoto, Voluntario de habla portuguesa d Juventudes Marianas Vicencianas
Fuente: http://www.secretariadojmv.org/
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