Jesús, la encarnación del perdón escandaloso de Dios, nos ofrece la oportunidad para amar con abandono.
Escandaloso le resulta al fariseo Simón que su convidado deje que una pecadora notoria se le acerque. Duda, pues, el fariseo que Jesús sea profeta.
Aún más escandaloso lo encuentran, por supuesto, Simón y los demás convidados que a Jesús no le molesten las inaceptables expresiones públicas de intimidad. Está la mujer junto a los pies del Maestro, despeinada, regándole los pies con sus lágrimas, enjugándoselos con sus cabellos, cubriéndolos de besos y, finalmente, ungiéndolos con perfume costoso.
Percibe los sentimientos de la mujer y los pensamientos del fariseo el que se fija en el corazón. Tomando la palabra, Jesús relata una parábola. Da a entender que tal despliegue escandoloso de amor indica de manera inapelable que la mujer ya está perdonada. Ella ama tanto porque se le ha perdonado mucho. Su agradecimiento se convierte en derroche de amor.
No es, pues, que el amor escandaloso de la mujer la haya hecho merecedora del perdón. Ella realmente no tiene con qué pagar sus deudas. El perdón se debe solo a la misericordia de Jesús, y resulta de la fe que obra mediante el amor. La misma fe ha impulsado a la mujer a acudir a Jesús, el cual finalmente la confirma justificada por la fe y perdonada. Él le dice:
Tus pecados están perdonados.
Añade, para completar el cuadro de perdón:
Tu fe te has salvado. Vete en paz.
A pesar de nuestra escucha de la parábola, no todos los que procuramos seguir a Jesús nos mantenemos tan fieles como María Magdalena (no hay que confundirla con la pecadora) a la misión cristiana inclusiva de evangelización y sanación. Hay en la Iglesia cristianos farisaicos que poco aman.
Fijados en las apariencias y juzgando antes de tiempo, los fariseos modernos insisten en la separación ahora entre los «benditos» y los «malditos». Toman por molesto —si no escandaloso del todo— que crezcan juntos hasta la siega el trigo y la cizaña.
Tambien se sienten satisfechos «sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones “irregulares”» (AL 305). Se esconden «aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia “para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas”».
Probablemente, no toman en serio la enseñanza: «La Eucaristía … no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (EG 47). ¿No serán éstos quienes deshonrarán en nuestras reuniones al pobre andrajoso y honrarán al que viene bien vestido?
Danos tu perdón escandaloso, Señor Jesús. Haznos comprender que el amor está por encima de todas las reglas (SV.ES IX:1125).
12 de junio de 2016
11º Domingo de T.O. (C)
2 Sam 12, 7-10. 13; Gal 2, 16. 19-21; Lc 7, 36 – 8, 3
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