“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del anís y el comino, y descuidan lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!”
2Tes 2, 1-3.14-17 | Sal 95 | Mt 23, 23-26.
Hacemos eco una vez más de lo que en el Evangelio anterior compartíamos respecto a lo que se dice y se hace en el mundo de los escribas y fariseos. Ahora nos habla del exterior y del interior. La cultura que vivimos es una cultura de la imagen donde importa tu apariencia y donde eres tratado de acuerdo a ella.
Por más que cubramos el exterior de nuestras personas con el mejor perfume, el mejor esmalte en nuestras uñas, la mejor crema anti envejecimiento y jabón anti-caída de pelo si no atendemos el interior nos pareceremos a un refrigerador de muy buena marca pero que está desconectado de lo esencial y tarde que temprano lo de adentro se echa a perder y huele mal.
En muchas ocasiones exageramos en la observancia de las prácticas penitenciales y nos descuidamos del camino
de la misericordia. Si quitamos el amor en el seguimiento de las reglas que tiene que ver con nuestra vida religiosa, corremos el peligro de hacer de Dios un ídolo y en nombre de Dios incluso podemos ir en contra de la vida.
Señor, danos un corazón que no duerma para que ningún sentimiento inapropiado abra una brecha entre Tú y nosotros, Señor danos un corazón noble para que ninguna tentación derrumbe lo que ya hemos ganado, un corazón fuerte que ninguna pasión esclavice y un corazón generoso para servir.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.
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