“¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda?”
2Tes 1, 1-5.11-12 | Sal 95 | Mt 23, 13-22.
Con las palabras que dirige Jesús a los escribas y fariseos construye un espejo en el cual nos podemos ver nosotros. Nos lanza un reto muy importante que es descubrir lo que nosotros ocultamos en nuestros corazones, que a fin de cuentas es donde se guarda la verdadera intención de nuestros actos. Los fariseos y escribas presentan leyes y normas que alejan del camino del Señor, que no tienen que ver con sus mandatos y que distorsionan la imagen del Reino de Dios. El acceso a Dios se ha aletargado con tanta burocracia que tenemos en nuestras comunidades. Existen muchos requisitos y poca disponibilidad para ayudar a buscar soluciones pastorales por parte de quienes son responsables.
La religión no es para enriquecerse y por ello justificar colectas que al final no cumplen con su objetivo. No podemos negar que es importante el sustento económico en la vida del hombre y que él tiene el derecho de disfrutar de aquello que es fruto de su trabajo, pero convertir la religión en un negocio eso muy claramente lo negó Jesucristo.
Dios ha puesto en nuestras manos un tesoro muy valioso que es nuestra fe y la forma de acercarnos a Él que es nuestra religión. Valoremos lo que tenemos y cuidémoslo, pues el templo de nuestras personas es algo muy sagrado que merece la mejor atención. Cuidemos los espacios físicos que son signo del encuentro con Dios y no seamos más una aduana en donde todo tiene que ser pesado y medido con rigor. No olvidemos que estamos para servir y no para ser servidos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.
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