“El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza… Cuando crece es la más grande de las hortalizas”.
Jr 13, 1-11 | Sal 32 | Mt 13, 31-35.
La cultura en la cual estamos inmersos es una cultura de lo visual en donde la medida, las formas y color importan mucho. Los regalos más grandes y vistosos son los que más atraen nuestra atención, pero, después de abrirlos, nos damos cuenta que nos dejan vacíos. O que, en realidad, no responden a lo que realmente necesitamos. Esto nos provoca desilusión y molestia.
El Reino de Dios no depende de nuestros criterios humanos afortunadamente, pues lo condicionaríamos. La semilla y la levadura de la cual nos habla la Palabra de Dios en este día tienen una fuerza explosiva capaz de abrirse paso y generar vida en cualquier ambiente. Nunca subestimemos los humildes inicios del Reino de Dios pues, a pesar de nosotros, siguen creciendo a través del tiempo.
Infinidad de hombres y mujeres se han atrevido a llevar consigo esa semilla y compartirla con los más necesitados. Así han surgido, desde inicios muy humildes, los grandes proyectos a favor de los más pobres. Pensemos, por ejemplo, en aquel albergue que comenzó a partir de algo insignificante como un encuentro entre un niño en situación de calle y la respuesta de un hombre de fe a esa necesidad. No nos sorprenda en nuestra comunidad en la que participamos que cosas así de repente pasen, que proyectos que busquen atender necesidades sociales de pronto crezcan e inspiren a más personas. Quiera el Señor que todos nos contagiemos de esas ganas de servir.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.
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