Sor Catherine Prendergast escribe: «pensé en darle voz a una persona joven y compartirlo con vosotros». Así que aquí está Michael O’Driscoll …
Cuando pases las puertas de ese edificio icónico que alberga las Naciones Unidas en Nueva York, te encontrarás en una plaza de una gran diversidad.
Piezas magníficas de arte escultórico adornan esta zona… regalos de los estados miembros.
Mis ojos se vieron atraídos por a una austera pieza arquitectónica. En ella, como si estuviese situada sobre del río East, se ven figuras humanas, esqueléticas y descarnadasm que salen de un barco. Se podía discernir el alivio grabado en sus rasgos hundidos, pero su dolor también estaba allí para que todos lo vieran.
Era el memorial a la hambruna de Irlanda y cómo resuena en el mundo actual, de poblaciones desplazadas y muchas víctimas del hambre y la injusticia.
La siguiente imagen que llamó mi atención fue una bandera grande y colorida —de los colores primarios rojo, verde y azul—, anunciando los «17 OBJETIVOS PARA TRANSFORMAR NUESTRO MUNDO».
Son los objetivos de desarrollo sostenible y fue el Embajador de Irlanda —S.E. David Donoghue— quien, junto con el embajador de Kenia, lograron un histórico acuerdo de la ONU sobre un visionario conjunto de metas orientadas a la erradicación de la pobreza extrema y el hambre, la lucha contra la corrupción y la transformación de la economía global hacia una senda de crecimiento sostenible.
Durante el «Transition Year» [año de transición, 4º año del ciclo de la enseñanza secundaria en Irlanda], se anima a los estudiantes a explorar los diferentes organismos de nuestra sociedad y, al hacerlo, adquirir una mayor apreciación de nosotros mismos, de los demás y del mundo en que vivimos.
Fui extremadamente afortunado al ser aceptado en la Misión de las Hijas de la Caridad en las Naciones Unidas. Sor Catherine Prendergast y sor Margaret O’Dwyer son sus representantes y, junto con otras ONGs humanitarias y religiosas, trabajan como defensoras de los desposeídos, los desplazados y los «sin voz» [anteriormente, sor Catherine trabajó en la zona norte de Dublín y sor Margaret pasó 10 años en las islas Cook, del sur del Pacífico.]
Trabajan en estrecha colaboración con los Misioneros Paúles y, durante los días que pasé en su oficina, vi claramente que son incansables defensoras e inspiradoras abogadas de las personas a las que sirven.
En el primer día de mi estadía aprendí todo sobre las diferentes ramas de las Naciones Unidas y cómo las ONGs interactúan con los delegados políticos. Días más tarde asistí a un taller sobre «habilidades de abogacía». Este grupo de discusión, muy interesante e interactivo, aconseja a los representantes de las ONGs sobre la mejor manera de acercarse e informar a los delegados de los Estados miembros acerca de lo que realmente está ocurriendo sobre el terreno. Se puede iluminar, a través de la diligente recogida de datos e historias de la difícil situación de los pueblos oprimidos, a los funcionarios públicos con el fin de defender su caso.
Entre los temas destacados se hallaba el cómo las empresas multinacionales mineras violan los derechos humanos de los indígenas, al no aplicar plenamente el principio del libre consentimiento, previo e informado, de las Naciones Unidas. El mantra de este grupo de defensa era «NO HACER DAÑO» y, perseverando pacientemente y repitiendo su mensaje a cada oportunidad que tenían, se ganaron el apodo de «EL GRUPO DE NO HACER DAÑO»‘. Me llamó la atención en cuán potentes, eficaces y reconocibles se habían convertido estas tres palabras.
Las Hijas de la Caridad en las Naciones Unidas han estado involucradas, de forma muy efectiva, en la Comisión sobre la Condición de la Mujer [CSW]. Tiene como objetivos eliminar y prevenir todas las formas de violencia y discriminación contra mujeres y niñas, y el logro de la igualdad de género para 2030.
Por supuesto, siempre llevaba encima mi «documento de identidad»—me sorprendió saber que este es uno de los temas clave que las Hijas de la Caridad destacan y por el que abogan—. En su presentación al Secretario General sobre la CSW, escriben: «instamos a todos los gobiernos a registrar a todos los nacidos, y a expedir un certificado de nacimiento y carnet de identidad a todos los niños, de forma gratuita».
Durante la semana me encontré con mucha gente interesante. Hablé con «Memo», un sacerdote paúl que tuvo que huir de Colombia hablar sin miedo en contra de un régimen corrupto. Hablé con Carol, una estudiante de terapia ocupacional que esperaba trabajar en el Cuerpo de Paz de la ONU. Fue surrealista sentarse dentro de las icónicas cámaras del edificio de las Naciones Unidas.
El sentimiento predominante, al final de la semana, fue un sentimiento de ser retado… mi conciencia de las injusticias que actualmente se toleran se ha elevado a un nivel completamente nuevo.
Aprendí conceptos, lenguaje y formas de pensar con los que yo aún no estaba familiarizado. Aunque a menudo son criticados, pude ver lo poderosos que pueden ser los medios sociales cuando se utilizan correctamente.
Las ONGs en las Naciones Unidas desempeñan un papel de vital importancia y fui testigo de primera mano de su compromiso con la sensibilización sobre las cuestiones que tienen un impacto catastrófico en la vida de aquellos que son vulnerables y, a veces, olvidados por nuestra sociedad. Se hizo muy claro para mí que cada uno de nosotros puede abogar para alcanzar NUESTROS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE PARA 2030.
(nota del editor: #MichaelEsVicente)
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