El fin de semana pasado se emitió en el canal público de televisión de España un programa dedicado a la misión vicenciana de Mocomoco, en Bolivia. Al final de este artículo se ofrece el enlace para poder verlo de nuevo:

Hemos venido a Bolivia para conocer los proyectos financiados por COVIDE-AMVE, la ong de los padres paúles y las Hijas de la Caridad. Nos dirigimos a la misión de Mocomoco, a 250 kilómetros de la capital del país, La Paz. Si la carretera está seca y no ha habido derrumbes tardaremos entre seis y siete horas en llegar. El lago Titicaca queda a mitad de trayecto. El misionero español Diego Pla nos conducirá durante estos días por los increíbles caminos de los Andes bolivianos.

Mocomoco es un pueblo con apenas 800 habitantes. En él está la sede de la misión que abarca un centenar de comunidades diseminadas por el valle y el altiplano. En total son 8.000 almas las que viven dispersas en esta misión andina que cuenta con dos parroquias atendidas por los padres paúles. La de Italaque, a una hora de carretera, y esta de Mocomoco. La altitud en la que se mueven los misioneros está entre los 3.000 y los 5.000 metros. El equipo de la misión está compuesto por cinco personas: Dos religiosos paúles, dos jóvenes laicos y una madre de familia. Entre los cinco se organizan para llegar a las 53 comunidades de la parroquia, atender los comedores escolares, impartir catequesis y clases de refuerzo, mantener abierta la biblioteca, trabajar en los invernaderos y educar en valores a través de una escuela de fútbol.

El deplorable estado de las carreteras se ha convertido en el principal obstáculo para el desarrollo de estos pueblos. Los jóvenes de Mocomoco han optado por emigrar a la zona de Los Yungas para escapar de la pobreza y la falta de oportunidades.

Las unidades educativas del altiplano tienen una organización particular. En realidad es una escuela con varias sedes. Esta de Ococoya tiene 60 alumnos y seis profesores, pero de ella dependen otras cuatro unidades educativas anexas. En cada una de estas escuelas satélites hay tres profesores y una media de 35 alumnos. De modo que cuando hablamos de unidad educativa estamos hablando de casi 200 niños y 15 profesores en cinco edificios diseminados por la montaña.Y sin embargo, a pesar de que las escuelas anexas se abren para evitar que los niños tengan que desplazarse demasiado, algunos alumnos caminan más de una hora para venir a la escuela.

Viveros o «carpas solares»

A 4.000 metros de altitud no es posible sembrar nada. La tierra apenas produce un tipo de patata de pequeño tamaño y textura terrosa. Quizá la falta de alimento y las adversidades climatológicas y geográficas tengan que ver con la costumbre del aptami. Consiste en poner en común los alimentos. De este modo todos tienen algo que llevarse a la boca y se puede variar algo la dieta. Aunque tampoco demasiado. Por eso es tan importante para la escuela contar con invernaderos donde poder cultivar verduras y hortalizas. El equipo misionero de Mocomoco hace tiempo que detectó estas carencias nutricionales. Los invernaderos, aquí llamados carpas solares, podrían ser la solución a este grave problema. En Ococoya hubo vivero, pero la altísima rotación del profesorado y la falta de conocimientos sobre el cultivo bajo plásticos arruinaron el proyecto. La mala experiencia de algunas escuelas no ha desanimado a los misioneros. Al contrario. En enero de 2016 se pusieron manos a la obra para construir su propio invernadero. Les cedieron un terreno cerca del pueblo y lo acondicionaron en tiempo récord. Tres meses después ya tenían dos carpas solares y estaban a punto de montar la tercera. El apoyo de la ong de las Hijas de la Caridad y los Misioneros Paúles en España, COVIDE-AMVE, ha sido clave para iniciar este gran proyecto. En un principio los misioneros sólo pensaban en cultivar verduras y hortalizas para abastecer sus tres comedores escolares. Hoy el proyecto es mucho más ambicioso y se plantea nuevos objetivos.

Atlético San Vicente

En Bolivia, como en el resto del continente americano, el fútbol es casi una religión. Cuando el padre Diego llegó al altiplano hace doce años, se encontró con que sus compañeros habían puesto la semilla para crear la Escuela de Fútbol “Atlético San Vicente”, a 3.500 metros de altitud. Probablemente la escuela de fútbol más cercana al cielo y, casi seguro, la más pobre del planeta. En la escuela sólo hay 70 plazas. 35 para chicos y 35 para chicas. Los más pequeños tienen 9 años y los mayores 18. Son cuatro equipos. Dos masculinos y dos femeninos, dos sub 12 y dos sub 18. Algunos chicos y chicas tienen que recorrer desde sus comunidades más de dos horas de camino para venir a entrenar.

La situación de pobreza en la comarca de Mocomoco es más que notable. La altura y el clima extremo no son favorecen una producción agrícola y ganadera suficiente. Existe desnutrición infantil moderada y leve. La misión cuenta con tres comedores escolares para que los más pequeños puedan hacer, al menos, una buena comida cada día.

Los equipos del “Atlético San Vicente” no pueden competir en la liga de El Alto y La Paz a la que pertenecerían. El problema es que están muy alejados. Es la única escuela de fútbol de la zona rural. La federación boliviana les exigía cubrir los gastos de viaje, estancia y retorno de todos los equipos de El Alto y La Paz cuando tuvieran que jugar en Mocomoco. Además de sus propios desplazamientos. La distancia que les separa de estas dos ciudades es de seis horas. Y para regresar seis horas más. El padre Diego cuenta con la ayuda de los misioneros laicos Juvenal y Ramiro. Dos jóvenes psicopedagogos naturales de Mocomoco y expertos en educación especial. El responsable de los viveros, Jaime, lleva otro de los equipos. Su colaboración es voluntaria y gratuita.

Autor: PdD / Santi Riesco Pérez
Probrama: Pueblo de Dios, de Televisión Española

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