“El que cree en mí… cree en quien me ha enviado”
Hch 12, 24- 13,5 | Sal 66, 2-8 | Jn 12, 44-50.
Hay un conflicto inevitable. Jesús lo dice así: “muchos creyeron, pero no lo confesaban porque preferían la gloria que dan los hombres antes que la gloria de Dios,”. Vivir en la luz o en las tinieblas, en la verdad o en la fama, en lo que dice Jesucristo o en el qué–dirán–los–demás. “¿Quién es el mentiroso sino quien niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, quien niega al Padre y al Hijo” (I Jn 2, 22-23).
Hay muchas formas de hacerlo. Una de ellas, de no pocos quilates, consiste en ir creando las condiciones para una conciencia implantada por medio de leyes, propagandas, movimientos y por medio de un clima psicológico que haga aceptable esa conciencia implantada. Y todo, en nombre del humanismo, por supuesto. De un humanismo mutilado que pone en el trono las falsas libertades y condena, de momento, las consecuencias peores.
“Yo, la Luz –grita Jesús– he venido al mundo para que el mundo crea en mí y no siga en las tinieblas”
Decía S. Bernardo que el que elige ser su propio director espiritual se hace discípulo de un necio. Y lo mismo pasa con quien elige al mundo como guía. Tú y y yo tenemos un maestro y Salvador único. Él está antes que nadie. Cuándo tienes que elegir, ¿le preguntas a él el primero?
¿Lo escuchas?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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