Hch 11, 19-26 | Sal 86, 1-7 | Jn 10, 22-30.
“Tú, siendo hombre, te haces Dios”
Era invierno. Los judíos celebraban la fiesta de la Dedicación. Jesús estaba entre ellos. Esta fiesta conmemoraba la restauración del Templo tras la victoria de los Macabeos. El rey Antioco IV queríaque los judíosde olvidaran de Dios y fueran como los demás. La clase alta le prestó su colaboración, y muchos judíos se avergonzabande serlo. Pero los fieles, salieron victoriosos. Ahora, los que lo rodean, le preguntan: “Si eres el Cristo, dínoslo abiertamente”. Jesús ya se lo había dicho, pero, ¿cuántas veces oímos sin escuchar ni prestarle atención?
“Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí”. Pero, ya sabes Jesús, si alguien nos habla y no da testimonio con las obras, no le creemos; y si nos habla y da testimonio, lo tergiversamos o lo aplaudimos, pero no lo imitamos. O nos fijamos enalguienque no dé testimonio para excusarnos y autojustificarnos. Siempre tenemos razones para ser vulgares o rutinarios. ¿Hasta cuándo?
Crean en las obras que hago “para que puedan conocer y comprender que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Pero ellos quisieron de nuevo apresarlo por blasfemo. Si la verdad de Jesús nos parece blasfemia, ¿no es porque la blasfemia nos parece como la verdad?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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