“Quien come de este pan vivirá para siempre”
Hch 8, 26-40 | Sal 65, 8-20 | Jn 6, 44-51.
El etíope, funcionario de Candace, regresaba a su país, leyendo al profeta Isaías, pero no lo comprendía. (Así no lo dice la primera lectura).
“¿Cómo podría entenderlo, si nadie me lo explica?”, le dijo a Felipe. “¿De quién dice esto el profeta?” Y, a partir del texto (Is 53, 7-8), Felipe “se puso a anunciarle la Buena nueva de Jesús”. Necesito que me ayuden a entender.
Escuchaba una conversación, una homilía, unos comentarios, me dijo. Hablaban de Dios, pero no supe de qué Dios hablaban. Alguien confesó “yo me considero una persona normal”. ¿Normal en referencia a los demás o en referencia a Jesucristo? Y así siguieron mencionando a Dios, sin que yo pudiera saber si era el “Dios” según Hegel o según Mahoma. Concluyó mi amigo: una muy alta porción de los cristianos han jubilado a Jesucristo, o sólo lo usan como ejemplo o como maestro de algunas cosas. Cuando hablan de Dios, ¡escucha con atención!, y verás, –no importa qué títulos tengan– cómo Jesucristo parece un dibujo borroso. Pero él nos dice también en este evangelio: “El que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre”, por eso “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 27) . “A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él nos lo ha contado”.
No pocos ateos niegan a Dios. Pero si les preguntas qué Dios es el que niegan, verás que también tú niegas esa caricatura que de él hacemos al perdernos al Jesucristo que nos lo muestra. ¡Podemos cambiar!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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