Hch 5, 27-33 | Sal 33, 2-20 | Jn 3, 31-36.
El que cree en el Hijo tiene vida eterna
A Pedro y compañía, sus autoridades les prohibieron hablar de Jesús, pero no les hicieron caso. Los azotaron por hablar de Jesús, y lo siguieron haciendo. Los encarcelaron por hacerlo, y ahora, ante el senado judío, les dice Pedro: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
¿Y si es el Presidente o la Corte Suprema? ¿Si es el partido y sus altísimas jerarquías? ¿Si es la Academia y sus sabios pontífices? O, dejando al margen estos pormenores, ¿también hemos de obedecer a Dios antes que a la costumbre, la propia cultura o los propios ritos? ¿Antes que al “qué-dirán-los-demás” o los propios y contaminados juicios? ¡Antes que lo que diga el General del Ejército? «Monseñor Romero fue asesinado por decir en una homilía que una ley inmoral no hay que cumplirla».
Aquél Jesús, “a quien ustedes mataron” –les dice Pedro– ha resucitado. El evangelio añade: “El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz… El que cree en el Hijo tiene vida eterna”.
Esa vida que no puede dar ni el presidente, ni la tremenda Corte, ni el partido, ni la academia, ni tú y yo juntamente con ellos. “El que resiste al
Hijo, no verá la vida…”. ¿Quieres la vida? ¿La vida verdadera, sin miedo y sin sombras? ¡Sí, la quiero! Y quiero obedecer al más amoroso y libre, al Dios mostrado en Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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