Solo Jesús viste a los desnudos y llena a los vacíos, compartiéndoles su misión de vestir a los desnudos y de llenar a los con hambre y sed de justicia y misericordia.
Pedro, quien pesca desnudo—¿desnudos acaso trabajan cuantos tienen la pesca por ocupación?—se ata la túnica y se echa al agua nada más oír al discípulo amado decir: «Es el Señor». El primero entre los discípulos está decidido a ser también el primero en llegar al Señor. Ya no quiere nada de lo ya ocurrido: el discípulo amado llegó antes que él al sepulcro.
No es que el primero ansíe ser un príncipe eminente. Se está dando cuenta finalmente de que ser el primero es ser servidor. Él es quien busca los peces al oír a Jesús pedírselos a los discípulos. Quizás su deseo de ser el primero en llegar se debe a que, humillado por sus tres negaciones, quiere él ahora ser el primero en confesarse inútil.
De verdad, por más que se resista Pedro a presentarse desnudo ante Jesús, lo es realmente. Su experiencia de pescador no sirve para nada sin la intervención del que dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». Sino fuera por el Maestro, no habría pescado para la ofrenda.
No, no podemos hacer nada sin Jesús. Reconozcámoslo o no, estamos todos desnudos. Pero si lo reconocemos, él nos llenará del amor que cubra nuestros pecados, a causa de los cuales nos avergonzamos de vernos desnudos.
Los establecidos en el amor de Jesús reciben fuerza para superar toda tribulación. Vencen fácilmente por el que los ama. Los confirma en el amor la visión del Cordero degollado, ahora digno de recibir todo honor y toda gloria.
No ajustados al mundo de líderes codiciosos, quienes confunden con frecuencia la voluntad de Dios con sus propios intereses, los transformados por el amor de Cristo saben discernir lo que es la voluntad de Dios. Obedecen la voluntad divina antes que la humana, llenándose de alegría por toda oportunidad de sufrir por el nombre de Jesús.
Saben también reconocer a Jesús, y se les abre los ojos aún más cuando Jesús toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Admirando el amor del Maestro, su iniciativa de prepararles el almuerzo e invitarles a él, se comprometen a amar, a alimentar a los demás y colmar de bienes a los hambrientos.
Desnudos nos presentamos, Señor Jesús, para que tú nos vistas (cf. SV.ES XI:236).
10 de abril de 2016
3º Domingo de Pascua (C)
Hech 5, 27b-32. 40b-41; Apoc 5, 11-14; Jn 21, 1-19
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