“Anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos”
Hch 4, 1-12 | Sal 117, 1-27 | Jn 21, 1-14.
Los jerarcas del pueblo –sacerdotes, jefes de la guardia y saduceos– estaban indignados ante este anuncio. ¿Y cuándo no, mis amigos? Así sigue sucediendo. La resurrección de Jesús es el hecho mayor de la historia, pero también el más revolucionario, y la razón de la esperanza. Los manipuladores de las ganancias de este mundo no pueden llevarse bien con la Resurrección. Caerían en contradicción. Algunos de los ateos actuales se les parecen, pero “ganan un dinerillo bastante interesante por escribir tonterías acerca de un dios que (según ellos) no existe” (La afirmación se la debo a Juleon Schins, biofísico, doctor en física molecular y, profesor de nanotecnología en la Universidad de Delf –Holanda).
Siete de los amigos de Jesús, dirigidos por Pedro, se van a pescar. Pero –aquella noche– no pescaron nada. Y eran los técnicos en pesca. Amanecía ya, y un desconocido les dice: “Echen la red a la derecha”. Lo hicieron así y no podían con las redes de tanos pescados capturados. El discípulo amado le dice a Pedro: “¡Es el Señor!”
Jesús les preparó el desayuno. No les echó en cara el haberlo dejado solo en la pasión, bien escondidos en su miedo. Él los reconcilia con ternura y sin reproches. El Resucitado –para ellos, para ti y para mí– sigue siendo el que nos busca, nos ayuda, nos perdona y nos sigue dando de su pan y de su vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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