Hch 2, 36-41 | Sal 32 | Jn 20, 11-18.
Nadie pronuncia mi nombre como Tú
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta una de las primeras consecuencias de la acción del Espíritu Santo: Pedro y los discípulos, que apenas un momento antes de recibir al Espíritu, se encontraban escondidos por miedo a los judíos, han salido del salón en que se encontraban y comunican, con toda convicción y valentía, a unas tres mil personas: “aquel al que ustedes han crucificado, ha sido constituido Mesías y Señor, por la acción de Dios.” ¡Y no sólo les conmueven el corazón, sino que además consiguen su conversión, su bautismo y que se agreguen al grupo de los seguidores de Cristo!
El evangelio nos presenta a uno de los personajes principales a quien Jesús le devolvió el sentido de su vida con su acción evangelizadora: María Magdalena. Sólo Él supo ver en ella lo que ni ella misma era capaz de reconocer, y perdiendo a Jesús, lo ha perdido todo, por eso llora desconsolada junto al sepulcro. Una sola cosa basta para que ella lo reconozca: su nombre, “María”, pero dicho con la familiaridad con que nadie más sería capaz de pronunciarlo.
¿Qué significa para ti el que Jesús quiera pronunciar tu nombre, y reconocer en ti lo que nadie más es capaz de valorar?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick F. Martínez Benavides, C.M.
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