Jos 5, 9a. 10-12 | Sal 33 | 2 Cor 5, 17-21 | Lc 15, 1-3. 11-32.
No cambies
Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentará.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiará. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado. Pero un día me dijo: –No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte.
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: No cambies. No cambies… Te quiero… Entonces, me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh maravilla! Cambié.
En cuaresma hablamos de cambiar, de convertirnos, y a veces, lo que más nos ayuda a cambiar no es forzarnos a nosotros mismos, rechazar lo que somos, sino sabernos amados por Dios, así como el padre amoroso que espera misericordiosamente al hijo pródigo.
¿Estoy dispuesto a dejarme amar y perdonar por Dios?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick F. Martínez Benavides, C.M.
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