Dt 26, 16-19; Sal 118, 1-5. 7-8; Mt 5, 43-48.
“Ustedes recen por quienes los persiguen”
“Han oído ustedes que se dijo…, pero yo les digo”, repite Jesús una y otra vez. Has oído a los señores de los medios, a los señores de la Corte, a los señores de los partidos, a los chismosos cercanos, a los proabortistas, a las tentaciones del rencor y la venganza, “pero yo les digo”…
¿Cuándo escucho de verdad a Jesús?
¿Cuándo lo escucho con la mente y el corazón abiertos? ¿Cuándo aplico a mi vida concreta lo que él me dice?
¿Podré hacerlo hoy?
Y hoy, en este evangelio me dice y te dice: “Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores”, así serán hijos del Padre celestial que ama a todos incondicionalmente. ¿No nos pide Jesús demasiado? Ciertamente, es demasiado para mis solas fuerzas. Pero, ¿quién me dijo que tenía que hacerlo con mis solas fuerzas? Él nos dijo “sin mí nada pueden hacer… pidan, busquen, llamen”. Con él puedes, si quieres. Él te ama de tal manera que quiere lo mejor para ti. Y lo mejor no es el odio, la venganza, un corazón cerrado como caja fuerte, no quiere que vayas cargando por la vida con esas losas a tus espaldas. También ama al prójimo al que tú odias o rechazas.
Los mártires de ayer y los muchos de hoy y tantos testigos humildes nos dicen con su vida que, con Jesucristo, lo que nos parecía imposible es hacedero. Ojalá que nosotros lo escuchemos y le hagamos caso.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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