Ex 18, 21-28; Sal 129, 1-5. 7-8; Mt 5, 20-26.
“Vete primero a reconciliarte con tu hermano…”
Los escribas y fariseos cuidaban las fachadas, pero, ¿quién puede vivir agarrado a una fachada? Está bien que lo de fuera esté limpio, pero no para esconder las inmundicias interiores. Está bien cuidar los actos externos, ¿pero qué sucede con las intenciones y los motivos? “No mato, no robo, no soy un adúltero”; está bien, tampoco las estatuas lo hacen, pero, ¿qué sucede con tus deseos, pleitos, tus rencores o tu descuido de los pobres? ¿Qué sucede con esta tu familia a la que, con frecuencia, das disgustos y agresividades?
Por eso nos dice hoy Jesús en el evangelio: “Si ustedes no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos”. Ellos se ocupaban de las fachadas, del qué dirán los demás, de los honores que da el mundo y, para mayor pecado, lo embadurnaban todo de ideología religiosa. Usaban a Dios como tapadera. Y Jesús fue procesado a causa del proceso que él hizo para impedir esas fachadas y tapaderas. Por eso, lleva tu ofrenda, pero antes, reconcíliate con tu hermano, antes, antes, antes. Así nos lo dice Jesús
Danos, Señor, tu gracia para hacerlo como nos lo pides y que nunca usemos tu Nombre en vano.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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