Est 14, 1-5. 1-14; Sal 137, 1-3. 7-8; Mt 7, 7-12.
«Si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a los que se las piden!”. Por eso, pidan, busquen, llamen.»
Soy pobre, frágil, pecador, necesitado, pura deuda, pero Jesús me reveló que tengo un Padre que, si le pido un pan, no me va a dar una piedra y, si le pido un pescado, no me va a dar una serpiente. Puedo pasar enfermedades, desaires o persecuciones, pero, si se lo pido y lo acojo, él me dará la fuerza para construirme desde el dolor, igual que desde los días dichosos. Y, si me siento abandonado, me abandono en aquél que parece que me abandona.
Hoy celebramos a santa Bernardita, la santa de las apariciones de la Virgen en Lourdes, en 1859. Sufrió la máxima pobreza, el cólera, asma, tuberculosis. Padecíó incomprensiones de fuera y de dentro, cuando ya era religiosa. “Ofrezco mis sufrimientos –decía– como penitencia por la conversión de los pecadores”.
“¡Qué hermosa la Virgen!”, exclamaba poco antes de espirar. “”Ruega, Señora, por esta pobre pecadora”, y, abrazada al crucifijo, se fue a la gloria que el Padre le regaló para siempre, donde ya no hay tuberculosis, ni persecución, ni llanto.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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