Cerca está la Palabra salvadora de Dios

por | Feb 10, 2016 | Reflexiones | 0 comentarios

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Cerca de nosotros está Jesús para salvarnos a los que clamamos a él e invocamos su nombre.

Nadie está más cerca de nosotros que Jesús, la Palabra que se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros. Él es «Dios-con-nosotros».

De muchas maneras está cerca de nosotros. Está a nuestro alcance en la persona de sus más humildes hermanos y hermanas, de los maltratados y oprimidos. Está presente, como enseña SC 7, en la Iglesia y sus celebraciones litúrgicas.

Pero lo decisivo es aprovechar nosotros su presencia para encontrarnos con él personalmente y de cerca, de modo que él nos contagie su Espíritu. Y si realmente nos anima el Espíritu, nos comportaremos como Jesús y viviremos, al igual que él también, de toda palabra que sale de la boca de Dios. Adicionalmente, si conocemos a Jesús de cerca y lo imitamos, recurriendo a la palabra de Dios en medio de las tentaciones, no caeremos en ellas.

La Palabra de Dios pone al descubierto las mentiras del disfrazado de ángel de luz, con sus distorsiones de las Escrituras. A éste le gusta montar un gran despliegue de riqueza y poder, con motivo de engañar a las gentes para que se vuelvan a él y se beban sus palabras.

La Palabra de Dios les enseña además a los iniciados a «no crearse un dios a la medida de sus caprichos y necesidades temporales inmediatas, un dios domesticado». Pero no solo se nos advierte a los cristianos de los ídolos que fácilmente nos fabricamos, sino también del abuso de confianza que no es nada más que un intento de nuestra parte de controlar a Dios y forzar su mano.

Los cristianos no del todo dejamos a la Palabra limpiarnos, ¿verdad? ¿Acaso no descubren nuestras oraciones personales privadas que no creemos realmente en el Dios Trascendente «que está más allá de lo que creemos necesitar, de lo que deseamos en la mezquindad de cada día»?

Seguramente, entronizamos de algún modo al diablo, quedándonos cortos con respecto a la enseñanza:

El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.

¿No sucumbimos a la tentación, al igual que aquella persona que dijo a san Vicente de Paúl (SV.ES XI:238), «que para dirigir bien y mantener la autoridad, era preciso hacer ver que uno era el superior»?

Y,¿no somos culpables de un abuso abominable cuando afirmamos la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pero no en los que pasan hambre desatendidos por nosotros?

Palabra del Padre, favor de ser, para los cristianos, la espada del Espíritu.

14 de febrero de 2016
Domingo 1º de Cuaresma (C)
Dt 26, 4-10; Rom 10, 8-13; Lc 4, 1-13

 

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