Is 6, 1-8; Sal 137, 1-5. 7-8; 1 Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11.
Subió a la barca de Simón, desde ella enseñaba a la gente.
Jesús enseñaba desde la barca de Pedro y desde esa barca remaron mar adentro y echaron las redes, y la pesca fue copiosa. Y, desde esa barca, desde la Iglesia, estos pescadores de hombres siguieron anunciando el Reino, proclamando la salvación de Jesús para todos. Y “la nueva
evangelización” (cuando no es sólo un nombre) continúa así esa misión para las gentes de hoy.
Pablo, convertido y acogido en la comunidad cristiana, salió también a echar las redes. El año 50 –a sólo 17 años después de la crucifixión de Jesús– estaba en Corintio sembrando el evangelio. Allí nació una comunidad cristiana llena de vida y de problemas. Pocos años después, sobre el 54 o 56, les escribe desde Éfeso, lo que hemos leído hoy en la primera lectura. Les recuerda en su carta lo que ya les había enseñado el año 50: que Cristo “murió por nuestros”, que “resucitó al tercer día” y que nuestra fe no es vana porque Jesús resucitó (15, 14). Éste es el alegre fundamento de nuestra fe. La roca donde todo se apoya. Y tiene, además, los mejores testigos de la historia, aquellos que lo vieron muerto y lo experimentaron resucitado, aquellos que dieron la vida por afirmar esto: Jesús es el Señor, Jesús ha resucitado.
Y tú y yo –desde la barca de la Iglesia– tenemos el gozo de vivir y seguir anunciando esta Noticia: Dios nos ama tanto que se nos entregó en Jesucristo para salvarnos y darle alegría y sentido a nuestra vida y a nuestra muerte. Jesús está vivo, con él caminamos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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